Gran disco de Los Enemigos para empezar la década de los noventa después de los discos Ferpectamente (1986) y Un tío cabal (1988). Disco más maduro que sus antecesores en cuanto a sonido, estructura en las melodías y, ante todo, crecimiento musical por parte de sus integrantes. El grupo pasaba por momentos delicados, sobre todo el cantante y compositor del grupo, Josele Santiago debido a su fuerte adicción de la heroína que casi le llevó a su expulsión del grupo de no ser porque era la principal cabeza pensante del mismo. Al bajo, Fino Oyonarte y a la batería, Chema Pérez.
Un gran disco que empieza con “El gran calambre final” con un gran riff potente y una letra que ejemplifica algún tipo de apocalipsis con muertos vivientes bailando en un huerto y discursos de profetas. “El fraile y yo” es una especie de locura bipolar entre un tipo y un fraile. No, si Josele Santiago tiene unas letras para flipar. “Traspiés” es uno de los momentos álgidos del disco que nunca ha tenido un reconocimiento tan importante como otros temas del grupo. Creo que es un tema redondo: contundente, ritmo acelerado mezclado con ese final de ritmo pesado y una letra genial:
Otros temas menos contundentes con guitarras más sucias se escuchan en el tema “Ouija”, el humor siempre desplegado en las canciones del grupo también se puede apreciar en “La Torre de Babel” o la balada de “Paquito” que describe a un niño un tanto travieso y amante de las golondrinas. Himnos que perdurarán en la historia de nuestro rock son “Desde el jergón” y “Septiembre”, los dos temas más importantes del álbum que junto a “La otra orilla”, canción incluida en su disco La cuenta atrás (1991) forma un triplete inconmensurable. La letra de “Desde el jergón” es pura poesía:
Se proclaman gritos a favor de la desdicha y en contra del sabe-lo-toditis en “Yo no quiero ser feliz” o el maravilloso tema “Miedo” que es extraño que no haya tenido más resonancia porque ese riff se merece un puesto de honor:
“Firmarás” es otro tema con guitarra de fondo más limpia, “Yo, el rey” que aparece en el disco Un tío cabal (1988) pero esta vez en acústico. “Nadie me quiere” es un blues fantástico que cierra el disco entre párrafos en castellano e inglés y una interpretación vocal por parte de Josele parecido a Tom Waits.
Un disco magnífico que ocupa un lugar en los más importantes del rock español. Dignos sucesores de Rosendo y un disco imprescindible para aquellos que quieran conocer un poquito más qué se coció por las tierras españolas a finales de la década de los ochenta y década de los noventa. Para acabar, destacar que los temas “Paquito” y “Yo, el rey” aparecen solo en formato CD.
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